• noviembre 16, 2020
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Así ironiza una publicación del MIT sobre las perspectivas de esta tecnología, desplegando un panorama sobre el cada vez mayor número de propuestas que en todo el mundo la abordan, generosamente dotadas, y en especial analizando la situación y desarrollo de los trabajos en el ITER, el megaproyecto planetario que pretende ser solamente el punto de apoyo para su inicio. El entorno del proyecto lo justifica y lo asimila a las grandes catedrales medievales, que generaban tecnología y cuya construcción duraba un centenar de años, pero, también los críticos, temen que pueda convertirse en un mausoleo.

ITER acaba de anunciar la finalización de la obra civil del edificio que contendrá el “tokamak”, y donde se instalará trasladando componentes desde el edificio contiguo, en el que se están montando. Se espera con impaciencia la fecha orientativa en que podría obtenerse el primer plasma (¿2028 a 2030?) pero también se especula sobre el tiempo que podría transcurrir, a partir de ese momento, para conseguir una fusión sostenida de los isótopos de hidrógeno y vislumbrarse la posibilidad de generación eléctrica a partir de ese momento: se decía que unos 5 años, pero ahora parece que hablar de 10 es lo más prudente. Y eso suponiendo que se haya alcanzado una ganancia energética suficiente que anime a continuar esa vía.

La realidad es que ITER, aparte de completar sus instalaciones físicas, debe superar aun grandes retos tecnológicos, tanto en materiales de protección como en las instalaciones para el confinamiento magnético seguro del plasma a 100 millones de grados o en el control de la emisión de neutrones y en la producción de tritio. No olvidemos que hay numerosos “tokamak” menores experimentando a escala estos temas y ahora se inicia la construcción en Granada del centro IFMIF-DONES solamente para abordar el tema de los neutrones (ver IFMIF-DONES y la energía de fusión en la Revista DYNA de julio de este año).

Pero eso no es todo. Hay un elevado número de promotores, si consideramos lo complejo de esta tecnología, que pretende conseguir las condiciones necesarias para una reacción de fusión nuclear con vistas a su aplicación a la generación energética, dentro del proceso clásico “tokamak” bien sea anular (confinamiento magnético anular) o bien sea esférico, utilizando otros medios más próximos al stellarator, aplicando medios combinados de aceleración y presión o provocando la ignición por bombardeo láser.

En este último campo, podemos destacar a la unidad NIF (National Ignition Facility) del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore americano que aseguró el pasado diciembre haber obtenido ganancia energética, la primera en experimentos de fusión, obtenida fusionando por impacto láser una cápsula deuterio-tritio en confinamiento inercial. Europa tiene una instalación similar, el centro denominado Laser Mégajoule francés que no ha reportado trabajos en este sentido.

El número de “tokamaks” para investigación existentes en el mundo se acerca a los dos centenares y todavía se pelea por alcanzar la temperatura necesaria del plasma (100 millones de ºC) o el tiempo, aun en segundos, de mantenimiento del mismo y no digamos demostrar la posible ganancia energética. Sin embargo, es destacable la insistencia de algunas “start-ups” que, dotadas de generosos apoyos públicos y privados, éstos de poderosos mecenas financieros, que aseguran, utilizando tecnologías afines pero distintas del “tokamak” tradicional, poder presentar unidades productivas piloto a plazo medio, mucho antes que el gran desafío mundial del ITER. Ver para creer.